Durante siglos hemos mirado al caballo como un animal reactivo: rápido para huir, sensible para responder, atento a cada movimiento. En cambio, considerábamos muy limitadas sus capacidades para la planificación del comportamiento.
Estudios recientes están desafiando algunas suposiciones
previas sobre la extensión de las habilidades cognitivas equinas, sugiriendo
que podrían ser capaces de un aprendizaje más complejo de lo que se pensaba,
aún con una corteza prefrontal (CPF) menos desarrollada.
En 2024 en la Nottingham Trent University
(NTU), que tiene un importante centro destinado a los estudios de
comportamiento equino, el grupo liderado por la Dra. Carrie Ijichi, realizó un
trabajo que nos abre un nuevo espacio de reflexión sobre esta cuestión. El
experimento, bautizado con humor Whoa, no-go, que en castellano podemos traducir como “¡Guau, No
Van!” fue de una simplicidad elegante. Una entrenadora, con una pequeña luz LED
de ciclista en la cintura, ofrecía a los caballos un objetivo para tocar con el
hocico.
La regla era clara:
•
con la luz apagada, podían tocar y obtener la recompensa;
•
con la luz encendida, debían abstenerse.
En la primera
etapa los caballos fueron adiestrados a tocar con el hocico una tarjeta que se
les mostraba. Esto se consiguió con el método del clicker, que ofrece una recompensa
cuando el animal realiza una acción deseada. Es una aplicación del refuerzo
positivo conductista que ya sabemos hace tiempo que funciona adecuadamente en
el entrenamiento de animales.
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| Primera etapa: A los caballos se les enseñó a tocar una tarjeta con el hocico. Imagen producida con Inteligencia Artificial |
En la segunda se
incorporó una señal luminosa, que consistía en una linterna de casco LED de
ciclista alimentada por batería. La luz se adjuntaba a una banda de casco
elástica y ajustable, que la entrenadora llevaba a la altura de su cintura, de
modo que fuera visible para el caballo sin brillar tan directamente en sus
ojos. Se pretendía que los caballos entendieran que cuando la luz estaba
encendida no debían tocar la tarjeta. Si la tocaban, no recibían recompensa. A
través de prueba y error, los caballos fueron ajustando paulatinamente su
conducta previa.
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| Segunda etapa: Los caballos aprendieron a no tocar cuando la luz estaba encendida. Imágen producida con Inteligencia Artificial |
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| En la tercera etapa se introdujo la penalización, donde el entrenador apagó su expresión corporal y retiró la posibilidad de tocar. Imagen producida con Inteligencia Artificial |
Se había agregado una penalización muy suave al modelo. Un castigo negativo en la nomenclatura conductista. Es como si los padres suspenden a su hijo un tiempo frente a las pantallas como consecuencia de algún comportamiento indeseado. Y en este caso el tiempo fue muy breve.
Resumiendo, el estudio consistió en: primero, aprender que
al tocar una tarjeta recibían una recompensa. Luego, incorporar la señal de una
luz que indicaba que cuando estaba encendida no había premio; por último,
enfrentar una nueva regla: si tocaban la tarjeta cuando la luz estaba
encendida, debían esperar diez segundos sin acceso al premio.
El hecho de que los
caballos redujeran sus errores de forma abrupta e inmediata sugiere que habían
construido una representación interna de la regla: “con luz no vale tocar, si
lo hago pierdo tiempo y oportunidad de premio”. Esto es coherente con el
aprendizaje basado en modelos, donde el animal usa un mapa mental de la tarea
para tomar decisiones estratégicas frente a una contingencia abstracta. Habían
comprendido la regla desde que comenzó la prueba, lo que ocurre es que antes
que apareciera la sanción habían pensado que no traía ninguna consecuencia
negativa tocar con la luz prendida.
“Esperábamos que el rendimiento de los
caballos mejorara… pero nos sorprendió lo inmediata y significativa que fue la
mejora”.
Añadió, además:
“Los tres que realizamos esta investigación somos amantes de
los caballos… podemos pensar en muchos ejemplos de nuestra propia experiencia
en los que los caballos demuestran su inteligencia emocional y su capacidad de
aprendizaje asociativo”.
Personalmente, en mi práctica diaria, siempre me llamó la
atención lo rápido que los caballos comprenden las reglas del juego. Por
ejemplo, si hay que recorrer un laberinto hecho con palos en el piso, con sólo
una vez que se les indique que no está permitido pisarlos, dejan de hacerlo.
En el estudio de la NTU lo que se observó fue un ejemplo de
una forma de aprendizaje que requiere cierta flexibilidad cognitiva, un grado
de comprensión causal y la formación de un modelo interno del mundo para tomar
decisiones y hacer predicciones. Hasta antes de este experimento, estas
habilidades eran considerabas demasiado complejas para los caballos debido a su
"corteza prefrontal subdesarrollada”.
En palabras de Ijichi, durante años se consideró que los
caballos eran “mediocres” en términos de cognición. Sin embargo, estudios como
este muestran que pueden construir representaciones internas, elaborar
estrategias y aplicar lo aprendido en situaciones nuevas. Dicho en simple: el
caballo puede razonar sobre lo que conviene hacer antes de actuar.
No sorprende, entonces, que su equipo vincule estos hallazgos
con la idea de funciones ejecutivas, aquellas que permiten adaptarse a lo
inesperado y no solo repetir rutinas.
La historia de este descubrimiento también está ligada a la
trayectoria personal de Carrie Ijichi. Desde siempre aficionada a la
equitación, habiendo estudiado inicialmente música, se volcó a la ciencia
cuando su propio caballo le planteó problemas de conducta; no encontró quién le
ayudara a resolverlos con métodos éticos. Esa búsqueda la llevó al estudio del
bienestar, la personalidad y la cognición equina, y finalmente a fundar un
grupo de investigación en Nottingham Trent University.
Su sensibilidad para el trato con los caballos la llevó a
trabajar con animales maltratados, a los que rehabilitó y reubicó. Tal vez por
eso sus investigaciones no se limitan a medir conductas, sino que insisten en
reconocer al caballo como individuo, con su historia, su carácter y su modo
particular de aprender.
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| Dra. Carrie Ijichi, investigadora en cognición y bienestar equino. (Fuente imagen: perfil institucional NTU). |
Por supuesto, hace falta más investigación y repetir
estudios de este tipo variando las condiciones. La ciencia avanza
paulatinamente sin saltos abruptos. Cuando un experimento encuentra resultados
novedosos, deben ser confirmados a través de otras investigaciones.
Los mismos autores, en la sección de discusión de su trabajo
escriben:
“Se requiere una investigación más detallada con una muestra
más grande y métodos más sofisticados para descartar otros mecanismos de
aprendizaje. Sin embargo, el estudio actual proporciona evidencia preliminar
para sugerir que los caballos pueden poseer la capacidad de aprendizaje basado
en modelos. Esta es la primera evidencia consistente con esta habilidad en esta
especie y debe ser explorada más a fondo.”
Generalmente en los ensayos con caballos inferimos cuáles
son los circuitos cerebrales activos, a partir del comportamiento, ya que el
uso de técnicas modernas como las imágenes cerebrales no están todavía muy difundidas
para esta especie, por motivos presupuestarios. Si nuevas experiencias más
sofisticadas confirman los resultados obtenidos en Nottingham Trent, nos
encontramos ante algo realmente novedoso.
Estamos en el lugar donde la ciencia todavía está encontrando
las preguntas, antes que confirmar las respuestas. ¿Cómo logran los caballos
desarrollar conductas cognitivas complejas? ¿Cómo es posible que, con su
neocórtex, exhiben conductas como el aprendizaje basado en modelos, el
reconocimiento individual duradero o la memoria espacial detallada?
Hay dos posibilidades principales, que no son mutuamente
excluyentes, y que la ciencia aún está explorando:
·
Mismos mecanismos, diferente
eficiencia
·
Uso de otras regiones
cerebrales o vías alternativas
Es crucial reconocer que, en el fascinante viaje de
comprender el cerebro del caballo, nos encontramos actualmente en la frontera
misma de la ciencia. Si bien las investigaciones nos demuestran inequívocamente
que son capaces de conductas cognitivas complejas, la pregunta fundamental de
cómo logran estas proezas sigue siendo un enigma activo para la neurociencia.
La Dra. Carrie Ijichi, investigadora principal del revelador
estudio de la Universidad de Nottingham Trent, lo resume perfectamente al
observar las capacidades de los caballos en su experimento:
“Es fascinante porque tienen una corteza prefrontal muy poco
desarrollada, que es a la que generalmente atribuimos el mérito de producir ese
tipo de pensamiento en los humanos. Esto significa que deben estar usando otra
área del cerebro para lograr un resultado similar y esto nos enseña que no
debemos hacer suposiciones sobre la inteligencia o la sensibilidad de los
animales basándonos en si están “construidos” igual que nosotros."
Esta reflexión subraya la posibilidad de que el cerebro
equino haya desarrollado mecanismos neuronales alternativos o altamente especializados
para funciones que en los humanos residen en otras áreas.
En el libro que estoy escribiendo, este experimento se
enlaza con otras evidencias de la sorprendente vida cognitiva de los caballos. La
ciencia confirma lo que el contacto permanente y la experiencia diaria nos
mostró hace mucho. Los mejores resultados se obtienen tratándolos desde el
respeto a su inteligencia y su capacidad de decisión.





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