sábado, 1 de noviembre de 2025

QUIZÁS LOS CABALLOS SON MÁS INTELIGENTES DE LO QUE CREÍAMOS

Durante siglos hemos mirado al caballo como un animal reactivo: rápido para huir, sensible para responder, atento a cada movimiento. En cambio, considerábamos muy limitadas sus capacidades para la planificación del comportamiento. 


Estudios recientes están desafiando algunas suposiciones previas sobre la extensión de las habilidades cognitivas equinas, sugiriendo que podrían ser capaces de un aprendizaje más complejo de lo que se pensaba, aún con una corteza prefrontal (CPF) menos desarrollada.

 En 2024 en la Nottingham Trent University (NTU), que tiene un importante centro destinado a los estudios de comportamiento equino, el grupo liderado por la Dra. Carrie Ijichi, realizó un trabajo que nos abre un nuevo espacio de reflexión sobre esta cuestión. El experimento, bautizado con humor Whoa, no-go, que en castellano podemos traducir como “¡Guau, No Van!” fue de una simplicidad elegante. Una entrenadora, con una pequeña luz LED de ciclista en la cintura, ofrecía a los caballos un objetivo para tocar con el hocico.

 La regla era clara:

      con la luz apagada, podían tocar y obtener la recompensa;

      con la luz encendida, debían abstenerse.

En la primera etapa los caballos fueron adiestrados a tocar con el hocico una tarjeta que se les mostraba. Esto se consiguió con el método del clicker, que ofrece una recompensa cuando el animal realiza una acción deseada. Es una aplicación del refuerzo positivo conductista que ya sabemos hace tiempo que funciona adecuadamente en el entrenamiento de animales.

 

Primera etapa: A los caballos se les enseñó a tocar una tarjeta con el hocico.
Imagen producida con Inteligencia Artificial

 

En la segunda se incorporó una señal luminosa, que consistía en una linterna de casco LED de ciclista alimentada por batería. La luz se adjuntaba a una banda de casco elástica y ajustable, que la entrenadora llevaba a la altura de su cintura, de modo que fuera visible para el caballo sin brillar tan directamente en sus ojos. Se pretendía que los caballos entendieran que cuando la luz estaba encendida no debían tocar la tarjeta. Si la tocaban, no recibían recompensa. A través de prueba y error, los caballos fueron ajustando paulatinamente su conducta previa.

 

Segunda etapa: Los caballos aprendieron a no tocar cuando la luz estaba encendida.
Imágen producida con Inteligencia Artificial


 En la tercera etapa se incorporó un castigo por tocar la tarjeta con la luz encendida. Cuando el animal lo hacía, se lo castigaba con diez segundos sin recompensa. Ese castigo suave pero claro modificó de inmediato su comportamiento. Los caballos dejaron de tocar en momentos inadecuados, como si hubieran comprendido no solo la relación directa entre conducta y consecuencia, sino también la lógica del sistema de reglas que les proponían.

 

En la tercera etapa se introdujo la penalización,  donde el entrenador apagó su expresión corporal y retiró la posibilidad de tocar.
Imagen producida con Inteligencia Artificial

Se había agregado una penalización muy suave al modelo. Un castigo negativo en la nomenclatura conductista. Es como si los padres suspenden a su hijo un tiempo frente a las pantallas como consecuencia de algún comportamiento indeseado. Y en este caso el tiempo fue muy breve.

Resumiendo, el estudio consistió en: primero, aprender que al tocar una tarjeta recibían una recompensa. Luego, incorporar la señal de una luz que indicaba que cuando estaba encendida no había premio; por último, enfrentar una nueva regla: si tocaban la tarjeta cuando la luz estaba encendida, debían esperar diez segundos sin acceso al premio.

 El hecho de que los caballos redujeran sus errores de forma abrupta e inmediata sugiere que habían construido una representación interna de la regla: “con luz no vale tocar, si lo hago pierdo tiempo y oportunidad de premio”. Esto es coherente con el aprendizaje basado en modelos, donde el animal usa un mapa mental de la tarea para tomar decisiones estratégicas frente a una contingencia abstracta. Habían comprendido la regla desde que comenzó la prueba, lo que ocurre es que antes que apareciera la sanción habían pensado que no traía ninguna consecuencia negativa tocar con la luz prendida.

 Louise Evans, que estaba realizando su tesis doctoral en el grupo de la Dra. Ijichi, participó de este trabajo como primera autora, lo comenta con claridad:

    “Esperábamos que el rendimiento de los caballos mejorara… pero nos sorprendió lo inmediata y significativa que fue la mejora”.

Añadió, además:

“Los tres que realizamos esta investigación somos amantes de los caballos… podemos pensar en muchos ejemplos de nuestra propia experiencia en los que los caballos demuestran su inteligencia emocional y su capacidad de aprendizaje asociativo”.

Personalmente, en mi práctica diaria, siempre me llamó la atención lo rápido que los caballos comprenden las reglas del juego. Por ejemplo, si hay que recorrer un laberinto hecho con palos en el piso, con sólo una vez que se les indique que no está permitido pisarlos, dejan de hacerlo.

En el estudio de la NTU lo que se observó fue un ejemplo de una forma de aprendizaje que requiere cierta flexibilidad cognitiva, un grado de comprensión causal y la formación de un modelo interno del mundo para tomar decisiones y hacer predicciones. Hasta antes de este experimento, estas habilidades eran considerabas demasiado complejas para los caballos debido a su "corteza prefrontal subdesarrollada”.

En palabras de Ijichi, durante años se consideró que los caballos eran “mediocres” en términos de cognición. Sin embargo, estudios como este muestran que pueden construir representaciones internas, elaborar estrategias y aplicar lo aprendido en situaciones nuevas. Dicho en simple: el caballo puede razonar sobre lo que conviene hacer antes de actuar.

No sorprende, entonces, que su equipo vincule estos hallazgos con la idea de funciones ejecutivas, aquellas que permiten adaptarse a lo inesperado y no solo repetir rutinas.

La historia de este descubrimiento también está ligada a la trayectoria personal de Carrie Ijichi. Desde siempre aficionada a la equitación, habiendo estudiado inicialmente música, se volcó a la ciencia cuando su propio caballo le planteó problemas de conducta; no encontró quién le ayudara a resolverlos con métodos éticos. Esa búsqueda la llevó al estudio del bienestar, la personalidad y la cognición equina, y finalmente a fundar un grupo de investigación en Nottingham Trent University.

Su sensibilidad para el trato con los caballos la llevó a trabajar con animales maltratados, a los que rehabilitó y reubicó. Tal vez por eso sus investigaciones no se limitan a medir conductas, sino que insisten en reconocer al caballo como individuo, con su historia, su carácter y su modo particular de aprender.

 

Dra. Carrie Ijichi, investigadora en cognición y bienestar equino. (Fuente imagen: perfil institucional NTU).



Si la adaptación en la etapa tres hubiese sido gradual, habría sido producto del mecanismo de ensayo y error que hace tiempo se sabe que los caballos utilizan para ajustar su conducta. Lo novedoso a partir de este ensayo fue el ajuste abrupto del comportamiento del animal.

Por supuesto, hace falta más investigación y repetir estudios de este tipo variando las condiciones. La ciencia avanza paulatinamente sin saltos abruptos. Cuando un experimento encuentra resultados novedosos, deben ser confirmados a través de otras investigaciones.

Los mismos autores, en la sección de discusión de su trabajo escriben:

“Se requiere una investigación más detallada con una muestra más grande y métodos más sofisticados para descartar otros mecanismos de aprendizaje. Sin embargo, el estudio actual proporciona evidencia preliminar para sugerir que los caballos pueden poseer la capacidad de aprendizaje basado en modelos. Esta es la primera evidencia consistente con esta habilidad en esta especie y debe ser explorada más a fondo.”

Generalmente en los ensayos con caballos inferimos cuáles son los circuitos cerebrales activos, a partir del comportamiento, ya que el uso de técnicas modernas como las imágenes cerebrales no están todavía muy difundidas para esta especie, por motivos presupuestarios. Si nuevas experiencias más sofisticadas confirman los resultados obtenidos en Nottingham Trent, nos encontramos ante algo realmente novedoso.

Estamos en el lugar donde la ciencia todavía está encontrando las preguntas, antes que confirmar las respuestas. ¿Cómo logran los caballos desarrollar conductas cognitivas complejas? ¿Cómo es posible que, con su neocórtex, exhiben conductas como el aprendizaje basado en modelos, el reconocimiento individual duradero o la memoria espacial detallada?

Hay dos posibilidades principales, que no son mutuamente excluyentes, y que la ciencia aún está explorando:

·         Mismos mecanismos, diferente eficiencia

·         Uso de otras regiones cerebrales o vías alternativas

Es crucial reconocer que, en el fascinante viaje de comprender el cerebro del caballo, nos encontramos actualmente en la frontera misma de la ciencia. Si bien las investigaciones nos demuestran inequívocamente que son capaces de conductas cognitivas complejas, la pregunta fundamental de cómo logran estas proezas sigue siendo un enigma activo para la neurociencia.

La Dra. Carrie Ijichi, investigadora principal del revelador estudio de la Universidad de Nottingham Trent, lo resume perfectamente al observar las capacidades de los caballos en su experimento:

“Es fascinante porque tienen una corteza prefrontal muy poco desarrollada, que es a la que generalmente atribuimos el mérito de producir ese tipo de pensamiento en los humanos. Esto significa que deben estar usando otra área del cerebro para lograr un resultado similar y esto nos enseña que no debemos hacer suposiciones sobre la inteligencia o la sensibilidad de los animales basándonos en si están “construidos” igual que nosotros."

Esta reflexión subraya la posibilidad de que el cerebro equino haya desarrollado mecanismos neuronales alternativos o altamente especializados para funciones que en los humanos residen en otras áreas.

En el libro que estoy escribiendo, este experimento se enlaza con otras evidencias de la sorprendente vida cognitiva de los caballos. La ciencia confirma lo que el contacto permanente y la experiencia diaria nos mostró hace mucho. Los mejores resultados se obtienen tratándolos desde el respeto a su inteligencia y su capacidad de decisión.


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